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jueves, 29 de marzo de 2018

Poema de la pasión de Jesús


En el día de Jueves Santo
 Un trozo del Poema de José María Grabiel y Galán


  La procesión se movía
con honda calma doliente,
¡qué triste el sol se ponía!
¡Cómo lloraba la gente!
¡Cómo Jesús se afligía!...
   
  el Miserere cantaban!
Que boces tan plañideras 
     ¡Qué luces, que no alumbraban,
tras de las verdes vidrieras
de los faroles brillaban!

Y aquel sayón inhumano
que al dulce Jesús seguía
con el látigo en la mano,
¡qué feroz cara tenía!
¡Qué corazón tan villano!

escena a un tigre ablandara!
Iba a caer el Cordero,
Y aquel negro monstruo fiero
¡iba a cruzarle la cara
con el látigo de acero!

Mas un travieso aldeano,
una precoz criatura
de corazón noble y sano
y alma tan noble y tan pura
como el cielo castellano.

Rapazuelo generoso,
que al mirarla, silencioso,
sintió la trágica escena,
que le dejó el alma llena
de hondo rencor doloroso.

Se sublimó de repente,
se separó de la gente,
cogió un guijarro redondo,
miróle al sayón de frente
con ojos de odio muy hondo;

paróse ante la escultura;
apretó la dentadura,
aseguróse en los pies,
midió con tino la altura,
tendió el brazo de través;

zumbó el proyectil terrible,
sonó un golpe indefinible,
y del infame sayón
cayó botando la horrible
cabezota de cartón.

Los fieles, alborotados
por el terrible suceso,
cercaron al niño airados,
preguntándole admirados:
“¿Por qué, por qué has hecho eso?"

Y él contesta agresivo,
con voz de aquellas que llegan
de un alma justa a lo vivo:
“¡Porque sí, porque le pegan
sin hacer ningún motivo!”

                
 Hoy que con los hombres voy
viendo a Jesús padecer,
interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
aquellos niños de ayer?

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